De la sala de servidores a la sala de juntas: cómo los CISOs pueden ganar un lugar estratégico

La seguridad de la información ha cambiado. Lo que alguna vez fue una disciplina técnica y operativa, centrada en proteger redes y sistemas desde dentro de la sala de servidores, hoy se ha convertido en un componente estratégico para la continuidad y el crecimiento de las organizaciones que nace dentro de la sala de juntas, donde se toman las decisiones que dirigen a la organización. Pero, ¿cómo logramos esta transición? ¿Cómo nos convertimos en un socio estratégico que impulse el crecimiento y la innovación?

El camino hacia esta meta requiere un enfoque en dos aspectos clave: traducir los riesgos tecnológicos a términos de negocio, y encontrar formas de generar valor a través de la tecnología y la ciberseguridad. Todo esto, al mismo tiempo que conocemos a fondo cómo comunicarnos con los líderes ejecutivos, entendiendo sus prioridades y mostrando que la ciberseguridad no solo es una inversión necesaria, sino también una ventaja competitiva.

En este proceso, un nuevo rol ha surgido para reflejar este nuevo enfoque: el Business Information Security Officer (BISO). El BISO, en esencia, sigue siendo un CISO (Chief Information Security Officer), pero con un enfoque más marcado en esa integración con el negocio. Este nuevo título, para este mismo rol, simplemente da mayor visibilidad al hecho de que la ciberseguridad debe integrarse en el ADN del negocio, y nosotros como CISOs/BISOs debemos ser capaces de comunicar ese valor de la ciberseguridad en términos que resuenen en la Alta Dirección.

Como BISOs (o aún manteniendo nuestro título tradicional de CISOs), nos preocupamos no solo por la protección de la información, sino también porque la seguridad pueda impulsar el crecimiento, la eficiencia y la innovación. Así es como logramos convertirnos en ese verdadero socio estratégico, trabajando con las demás áreas de la empresa para identificar nuevas oportunidades y mitigar riesgos.

Podemos ser expertos en tecnología y seguridad. Podemos entender las vulnerabilidades, las amenazas y los riesgos del mundo tecnológico. Sin embargo, en la Alta Dirección, los CEOs, CFOs y demás líderes, no siempre tienen esa misma experiencia técnica, y es ahí donde entra en juego nuestra habilidad para ser ese puente traductor entre todas las partes.

Debemos ser capaces de convertir un lenguaje técnico complicado en un lenguaje entendible y que resuene en nuestros pares: el lenguaje del impacto financiero y de negocio. Por ejemplo:

  • No hablemos de «vulnerabilidades técnicas», hablemos de «pérdidas financieras».
  • En lugar de explicar las complejidades de un ataque de ransomware, hablemos del costo potencial de la interrupción del negocio, la pérdida de información sensible y el daño irreparable a la reputación.
  • Midamos el riesgo en términos monetarios, por ejemplo, ¿cuánto nos costaría un ciberataque? ¿Cuánto nos ahorraríamos a futuro con una inversión en ciberseguridad hoy?
  • Presentemos la ciberseguridad como una inversión, no como un gasto. Demostremos cómo la seguridad no solo protege a la empresa, sino que también habilita la innovación, la eficiencia y la confianza de la Alta Dirección. Al final, un líder que confía en nuestra capacidad para gestionar los riesgos y generar valor a través de la ciberseguridad es un líder que nos verá como un socio estratégico clave.

Imaginemos que nuestra labor como CISOs se asemeja a la de un padre que guía a su hijo en sus primeros pasos; queremos que la empresa crezca, que se desarrolle y que alcance su máximo potencial. Pero también queremos protegerla de los peligros del mundo.

Debemos encontrar el equilibrio entre la protección y la libertad, entre la seguridad y la innovación. A veces, esto implica permitir ciertos riesgos controlados, para conseguir la mayor ganancia, al mismo tiempo que la empresa aprende y se fortalece. Y otras veces, requiere establecer límites claros y firmes, para evitar daños irreparables.

Nuestro objetivo es crear un entorno seguro que permita a la empresa crecer y prosperar. Un entorno donde la innovación florezca sin poner en riesgo la seguridad de la información.

Para nosotros, la ciberseguridad es un habilitador de la transformación digital: la nube, el Internet de las Cosas (IoT), la Inteligencia Artificial (IA), entre otras tecnologías, son el motor de la innovación, necesitan una base segura para generar valor. Sin ciberseguridad, la transformación digital es como un castillo de naipes.

Si logramos orquestar todas estas estrategias seremos ese socio estratégico que trabaja codo a codo con las demás áreas de la empresa para ayudarles a alcanzar sus objetivos, ofreciendo soluciones de seguridad que habiliten el crecimiento y la eficiencia.

Para que nuestro mensaje tenga un impacto importante en la sala de juntas, la forma en la que lo comunicamos es fundamental. En mi experiencia, esto lo conseguimos cuando:

  • Conocemos muy bien nuestra audiencia. Cada líder tiene sus propias prioridades, objetivos, y sus estilos de comunicación. Al adaptar nuestro mensaje a cada uno de ellos podremos captar su atención y generar interés.
  • Usamos ejemplos concretos, contamos una historia, usamos casos de estudio o analogías que hagan que las ideas sean más fáciles de entender y recordar. Una historia bien contada tiene mucho más impacto que una presentación llena de datos y cifras.
  • Somos concisos y claros, sin tecnicismos ni detalles excesivos. Debemos ir al grano y destacar el verdadero impacto de nuestro aporte en el negocio.

Nuestro lugar en la sala de juntas no se gana solo con firewalls y antivirus, sino con una visión más estratégica, demostrando liderazgo y nuestra capacidad de convertir la ciberseguridad en un motor de crecimiento para la organización. Ya sea que nos llamemos CISOs o BISOs, nuestra misión es la misma: «hablar el idioma del negocio e impulsar la innovación de forma segura».

¿Será 2025 el año en que se gane la guerra contra el cibercrimen?

El 2025 se perfila como un año decisivo en la guerra contra el cibercrimen, donde la convergencia de tecnologías emergentes, como BATUTA, redefinirá el panorama de la seguridad digital hacia el futuro. 

Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? La guerra entre el cibercrimen y las ciberdefensas ha sido un duelo tecnológico que comenzó en los albores de la computación, en los años 70. Desde entonces, cada avance en seguridad ha sido respondido con una nueva forma de ataque, en un ciclo interminable de innovación y contra-innovación. Por ejemplo, los virus de los 80, como Brain y Morris Worm, dieron paso a las sofisticadas amenazas persistentes avanzadas (APTs) de los 2000s. O la revolución del Internet en los 90 trajo consigo el phishing y los ataques de denegación de servicio distribuido (DDoS), que evolucionaron hasta convertirse en las campañas de ransomware que hoy amenazan infraestructuras críticas globales. 

Cada nueva tecnología ha añadido nuevos elementos de batalla, tanto a la ofensiva como a la defensiva, convirtiendo este conflicto en una verdadera carrera armamentista digital, donde la innovación es tanto un escudo como una espada. 

Aquí estamos… La evolución de la inteligencia artificial (IA) generativa, que ha permitido crear tanto amenazas como defensas, alcanzará un punto crítico donde las organizaciones finalmente tendrán herramientas predictivas más sofisticadas para anticipar, mitigar y neutralizar ciberataques. Sin embargo, la batalla no será sencilla, pues este también será el año en que los cibercriminales evolucionen hacia estructuras más complejas, utilizando IA avanzada y técnicas de ingeniería social hiperpersonalizada. 

Existen diversas herramientas o estrategias que con su constante evolución podrán fungir como el arsenal digital del futuro contra el cibercrimen. Entre ellas, destacan las siguientes:

La inteligencia artificial se ha convertido en la primera línea de defensa contra las amenazas cibernéticas. Los sistemas de IA predictiva no solo detectan anomalías en tiempo real, sino que anticipan potenciales vectores de ataque antes de que estos se materialicen.

La computación cuántica, aunque todavía en desarrollo, promete revolucionar la criptografía tal como la conocemos. Será una necesidad estratégica, que está impulsando el desarrollo de nuevos algoritmos de seguridad resistentes a los ciberataques. El blockchain ha evolucionado más allá de las criptomonedas para convertirse en un pilar fundamental de la seguridad digital. Las cadenas de bloques privadas y los contratos inteligentes están transformando la autenticación y la gestión de identidades, creando registros inmutables de transacciones y actividades. Esta tecnología está permitiendo la creación de sistemas de verificación descentralizados que son más resistentes a los ciberataques. 

La automatización de la respuesta a incidentes está redefiniendo la velocidad y eficacia con que las organizaciones pueden responder a las amenazas. A través de ciertos sistemas, no solo detectan y categorizan amenazas automáticamente, sino que pueden iniciar respuestas predefinidas en segundos, conteniendo brechas de seguridad antes de que puedan expandirse. 

El “Zero Trust Architecture” es una realidad operativa, partiendo de «nunca confiar, siempre verificar», utiliza análisis comportamental y biometría contextual para verificar constantemente la legitimidad de cada interacción con los sistemas. La Inteligencia sobre Amenazas (Threat Intelligence) ha evolucionado hacia plataformas colaborativas que comparten información en tiempo real sobre amenazas emergentes. Estas redes de inteligencia colectiva, alimentadas por datos de múltiples fuentes y enriquecidas por análisis de IA, permiten a las organizaciones mantener una postura de seguridad proactiva, adaptándose a nuevas amenazas. 

Las herramientas de seguridad “DevSecOps” están integrando la seguridad directamente en el ciclo de desarrollo del software, creando aplicaciones que son seguras por diseño. Los escáneres automatizados de vulnerabilidades, el análisis estático y dinámico de código, y las pruebas de penetración continuas se han convertido en componentes estándar del proceso de desarrollo, asegurando que la seguridad sea una consideración desde el primer momento. 

La victoria de la ciberseguridad en esta guerra no reside en una única herramienta o estrategia, sino en la convergencia inteligente de todas estas tecnologías, donde la verdadera innovación emerge de la comunicación y colaboración entre diferentes capas de seguridad, creando un ecosistema de defensa adaptativo. Esta evolución tecnológica alcanzará su máximo potencial de la mano de una colaboración sin precedentes entre gobiernos, empresas y expertos en seguridad, quienes, impulsados por regulaciones más estrictas, establecerán estándares globales de ciberseguridad y mecanismos de respuesta coordinada al nivel del desafío, marcando así el inicio de una nueva era en la protección del espacio digital.

Unidos Contra las Amenazas: La Importancia de la Cooperación Global en Ciberseguridad

A muchos de nosotros nos tocó vivir la transición de una vida sin dispositivos, a una vida virtual en la que navegamos diariamente con uno o varios aparatos en la bolsa de la chamarra. Además, ahora convivimos con los que sí iniciaron una vida virtual desde temprana edad. Lo que tenemos en común es que, de una u otra forma, gran parte de nuestras interacciones se llevan a cabo en el mundo digital, en el cual hemos ido depositando nuestra confianza en una serie de proveedores de tecnología que nos aseguran cuidar nuestros datos personales e información en general.

Es muy claro: en el mundo virtual lo más valioso son nuestros datos, que en su conjunto permiten una infinidad de posibilidades a quienes los poseen. Como personas, empresas, organizaciones, países o regiones. El tema del cuidado y protección de nuestra información es prioritario. No hay nivel en el que el impacto sea menor, la afectación a una persona, a una organización o a un país puede desencadenar un efecto dominó de dimensiones imprevisibles.

Por ello, la forma en que abordamos los desafíos de ciberseguridad puede marcar la diferencia entre la vulnerabilidad y la resiliencia. Podemos optar por abordarlos de manera aislada, corriendo el riesgo de quedarnos con una visión limitada y probablemente duplicar esfuerzos. O bien, adoptar un enfoque colaborativo que promueva el intercambio constante de recursos y conocimientos, lo cual, no solo fortalece nuestra postura de ciberseguridad, sino que también nos ofrece una visión más completa de las amenazas que, al compartir, puede beneficiar a todos. ¿Cuál crees que es el enfoque más efectivo?

El año pasado, durante la Cumbre del Futuro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se aprobó el Pacto para el Futuro, donde se mencionan los retos más urgentes del siglo, abarcando un amplio espectro de temas, desde la paz y la seguridad, el desarrollo sostenible, la igualdad de género y la transformación de la gobernanza global.

Uno de los aspectos más destacados de este acuerdo es el Pacto Digital Global, que sitúa la ciberseguridad y la cooperación digital en el centro de los esfuerzos multilaterales; reconociendo a la ciberseguridad como un componente esencial para la paz y la estabilidad mundial, a la vez que reitera la importancia de contrarrestar las amenazas cibernéticas en sectores cruciales, desde las finanzas globales hasta la infraestructura crítica.

Como podemos observar, a nivel global se hace un fuerte llamado a colaborar, pues las cifras del cibercrimen no son alentadoras, según el último informe de la Agencia de la Unión Europea para la Ciberseguridad (ENISA), publicado en septiembre de 2024, entre julio de 2023 y junio de 2024, se ha registrado un notable incremento en la cantidad y sofisticación de los ciberataques.

Este panorama no solo se observa en Europa, por ejemplo, América Latina se ha posicionado como una de las regiones con mayor incidencia de ciberataques en el mundo, al recibir más de 1,600 intentos por segundo (BID, 2023). En este contexto,  y considerando que se estima que los costes totales de los incidentes cibernéticos en los próximos años oscilen entre el 1% y el 10% del PIB mundial (FMI, 2024), las iniciativas de ciberseguridad que promueven la colaboración multilateral se han vuelto fundamentales.

La ciberseguridad no puede abordarse de manera efectiva de manera aislada; los ciberataques no reconocen fronteras, son un fenómeno global que requiere una respuesta igualmente global. Un enfoque colaborativo permite un flujo bidireccional de recursos y conocimientos, que promueve una estructura de ciberseguridad más integrada.

Un ejemplo de las herramientas que promueven la cooperación y el intercambio de información en este ámbito son los ISAC (Centros de Análisis e Intercambio de Información). En estas organizaciones sin fines de lucro, distintos sectores  colaboran para compartir información sobre amenazas cibernéticas. Los ISAC funcionan mediante una red de confianza entre sus miembros, permitiendo un flujo continuo de inteligencia de amenazas y una respuesta rápida y coordinada ante incidentes.

Los ISAC ya operan en diferentes sectores, donde los diversos actores intercambian información, identifican patrones y tendencias en las amenazas, comprenden su naturaleza y adoptan medidas preventivas a tiempo, sin necesidad de vivir el ataque de primera mano.En un mundo donde los ciberdelincuentes comparten tácticas y herramientas para maximizar el impacto de sus ataques, la respuesta más efectiva es la colaboración y el intercambio de información. Unir esfuerzos entre gobiernos, empresas y la sociedad civil no solo permite compartir recursos y conocimientos, sino que también fortalece la capacidad de respuesta ante incidentes cibernéticos. Al adoptar este modelo y fomentar la cooperación entre sectores y actores, los países podrán enfrentar las amenazas de manera más efectiva, a la vez que fortalecen su resiliencia cibernética. Esta colaboración y un enfoque proactivo pueden ser decisivas para salvaguardar nuestros datos y, con ello, construir un futuro digital más seguro y confiable para todas y todos.

Ciberseguridad Proactiva: Prevenir amenazas antes de que sucedan

La ciberseguridad ha recorrido un fascinante camino de evolución a lo largo de las décadas, adaptándose a un paisaje digital que se transforma constantemente. Las mejores prácticas actuales son el resultado de años de prueba y error, un proceso de aprendizaje forjado en la batalla contra las amenazas cibernéticas. Desde la aparición de Creeper, el primer virus informático en los años 70, hasta la creación de Reaper, el primer antivirus, queda claro que la ciberseguridad nació como respuesta a un peligro latente. Inicialmente, su enfoque fue defensivo, surgió como una necesidad para combatir un universo de amenazas emergentes.

Sin embargo, el escenario digital de hoy es radicalmente distinto del que enfrentaron nuestros predecesores. Las amenazas actuales son cada vez más sofisticadas y astutas, lo que obliga a organizaciones, empresas y personas a anticiparse uno o dos pasos. Confiar únicamente en medidas defensivas es una estrategia insuficiente frente a un mundo digital en constante cambio. Incluso una postura preventiva no es suficiente sin la agilidad necesaria para adaptarse. Lo que el mundo digital exige hoy en día, es un enfoque de ciberseguridad proactivo que no solo responda a los riesgos, sino que los anticipe y mitigue con eficacia. En este nuevo paradigma, la adaptabilidad y la innovación son esenciales para salvaguardar la integridad y la seguridad en el ámbito digital.

¿Qué es la ciberseguridad proactiva?

La proactividad puede ser entendida como la capacidad de tomar el control de la situación y anticiparse a los acontecimientos. La ciberseguridad proactiva es un conjunto de prácticas y estrategias que buscan predecir, identificar y mitigar amenazas antes de que causen daños significativos a una organización o empresa. Esto incluye tanto un enfoque preventivo como uno defensivo, pero también muchas otras prácticas que permiten tomar control de nuestro entorno. Existen tres pilares importantes para una estrategia de ciberseguridad proactiva:

1. Prevención

Responder una vez que una amenaza causó daños no es suficiente. La prevención es la base de la ciberseguridad proactiva. Para ello, es importante que las empresas involucren distintas prácticas de prevención y anticipación desde su estructura. Los equipos de seguridad ofensiva o red teams son los principales encargados de este pilar de la ciberseguridad proactiva. A través de ataques simulados, se pueden identificar vulnerabilidades y debilidades en la seguridad de los sistemas para fortalecerlas antes de que se presente una amenaza. Sin embargo, la prevención también debe ser implementada en un nivel organizacional, promoviendo una cultura consciente de la ciberseguridad, con prácticas como las contraseñas seguras, actualización constante software, políticas de acceso estrictas, hasta soluciones antiphishing, entre otras.

2. Monitoreo constante

Para asegurarnos de que nuestro entorno digital se encuentra libre de amenazas, es necesario que los sistemas de la empresa sean monitoreados de manera constante. Es decir, debemos estar en búsqueda de anomalías o brechas de seguridad que pudieran ceder la entrada a algún tipo de amenaza. Esta tarea se vuelve cada vez más complicada conforme aumenta el tamaño de la organización. Sin embargo, basta una pequeña brecha o acceso no vigilado para causar daños irreparables. Por ello, existen herramientas avanzadas como Batuta que nos permiten monitorear y controlar de manera sencilla nuestra infraestructura digital. 

El monitoreo constante es el punto donde muchas organizaciones fallan, ya que pierden del radar la constancia con la que las amenazas cambian. Contar con una estrategia de ciberseguridad proactiva implica tener completa visibilidad y control de toda la infraestructura digital para evitar cualquier entrada a una amenaza.

3. Capacidad de reacción

Finalmente, el tercer pilar de una estrategia de ciberseguridad proactiva es la capacidad de reacción. En caso de que sea demasiado tarde y una amenaza ya haya entrado a nuestro sistema, el impacto que esta puede generar va a depender directamente de nuestra capacidad de reaccionar y mitigar dicha amenaza. Esto puede hacer la diferencia entre daños pequeños o daños graves e irreparables. Una buena reacción va a depender de si contamos con planes de acción bien definidos y equipos especializados que estén preparados para responder ante cualquier tipo de ciberataque.

La importancia de la automatización

Integrar la automatización en un enfoque de ciberseguridad proactivo permite a las organizaciones identificar, prevenir y responder a amenazas de manera más eficiente y efectiva. Al automatizar tareas rutinarias como el monitoreo de redes y la detección de vulnerabilidades, las empresas pueden reducir el tiempo de reacción ante posibles ataques y minimizar el riesgo de errores humanos. Además, permite una recopilación y análisis de datos más rigurosos, lo que ayuda a anticipar nuevas amenazas y a fortalecer las defensas. De esta manera, no solo mejora la resiliencia, sino que también libera recursos para que los equipos de seguridad se concentren en tareas más complejas.

Por ejemplo, uno de los beneficios de plataformas como Batuta es la visibilidad y el control de endpoints. Esta se centra en proporcionar a las organizaciones herramientas y soluciones para supervisar, gestionar y proteger su infraestructura digital. Este tipo de herramientas permiten simplificar las complejidades del compromiso y la alineación de los equipos de TI y ciberseguridad. Contar con un enfoque integrado como este garantiza que las organizaciones no solo mejoren su postura de seguridad, sino que también promuevan una cultura de responsabilidad compartida en la protección de sus entornos digitales.

La ciberseguridad proactiva hoy es un elemento esencial en la estrategia de cualquier organización. Al adoptar este enfoque, las empresas pueden fortalecer su defensa antes de que se produzcan incidentes cibernéticos. Esta mentalidad proactiva permite implementar medidas de seguridad robustas, llevar a cabo evaluaciones constantes de vulnerabilidades y fomentar una cultura de conciencia sobre la ciberseguridad entre todas las personas de la organización. Además, al invertir en tecnologías avanzadas y en la capacitación continua del personal, las organizaciones no solo protegen sus activos críticos, sino que también garantizan la confianza de su clientela. En un mundo donde la innovación y el riesgo caminan de la mano, estar un paso adelante en ciberseguridad no es solo una opción; es una necesidad imperativa para el éxito a largo plazo.